Durante la tarde de ayer el profesor Don José Ignacio Galparsoro recorrió algunas de las propuestas más actuales acerca de la cuestión de la aplicación de la técnica en la naturaleza humana. Es un hecho que las nuevas posibilidades tecnológicas no sólo nos permiten modificar el entorno natural, sino también, y ahora más que nunca, nuestra propia naturaleza. El profesor se refirió, fundamentalmente, a las técnicas de manipulación genética. De alguna forma, desde el comienzo de estas técnicas, por primera vez podemos jugar a ser dioses y, por ello, de una manera más que lúcida y consciente, ensayar nuevos caminos evolutivos que de otra manera no se darían. Ya podemos corregir nuestra propia naturaleza. La filosofía, en este sentido, tiene mucho que decir: no sólo por su talante y afán críticos, que van a desterrar viejas leyendas y enterrar antiguos miedos acumulados por una cultura demasiado recelosa a los cambios, sino, sobre todo, por su capacidad para fijar los términos de la discusión en aras de una mayor comprensión de nuestro lugar en el mundo.
Ante el problema de los límites de la aplicación técnica sobre la naturaleza, es decir, hasta donde debe llegar nuestra capacidad manipulativa tratándose de nuestra naturaleza, el profesor confrontó el conservadurismo de Habermas y Fukuyama con una posición más progresista encabezada por filósofos como Gregory Stock, Sloterdijk o Buchan. Los primeros ven en la naturaleza humana una realidad lo suficientemente valiosa y especial para no tener que producir ningún cambio sobre ella. En efecto, si el hombre llega a modificarse genéticamente se corre el riesgo, según Habermas, de alterar las condiciones que hacen posible nuestra manera de pensar y de valorar el mundo. Si nuestra naturaleza es el fundamento de nuestros conceptos y valores de la ciencia y de la ética, cambiando aquélla podríamos modificar la cultura y nuestra manera de organizarnos ética y políticamente. Frente a ello, Sloterdijk recuerda que estos análisis críticos se construyen a partir de ciertos principios de una metafísica ahora ya inservible para comprender los nuevos fenómenos. Los dualismos clásicos (sujeto-objeto; alma-cuerpo; natural-artificial) ya no sirven para referirnos a las nuevas realidades híbridas (construcciones orgánicas, cyborgs...) que excluyen cualquier tentativa de comprensión a partir aquéllos. La realidad ya no es dual, ha dejado de estructurarse conforme a nuestra gramática convencional, de ahí que no sólo debamos de ensayar nuevas fórmulas para hacer comprensible el mundo, sino que hayamos de combatir aquellas posturas que, como la de Habermas o Fukuyama, basan sus argumentaciones en las categorías de la vieja metafísica.
En cualquier caso, como dejó entrever el ponente, resulta indudable que somos nosotros, los humanos, los que podemos y debemos darnos el horizonte hacia el cual queremos orientar nuestro mundo, de ahí que, hoy más que nunca, sea necesaria una reflexión ética sobre el fin hacia el cual queremos dirigir nuestra investigación y quehacer técnicos. De lo contrario, si dejamos que sea la lógica del poder la que imponga el porvenir, siempre ciega a los fines, como la evolución misma, corremos el riesgo de que el futuro se nos escape de las manos.
Don José Ignacio Galparsoro Ruíz es Doctor en Filosofía por la Universidad París IV Sorbonne y Profesor Titular en el Departamento de Filosofía de la Universidad del País Vasco
David Porcel